4.8.10

ARTE CULINARIO - Cómo destripar un pollo

Coloqué la cuchara dentro de la boca como masturbando un frasco repleto de mermelada, intentando sacar al mismo tiempo un poco del dulce y untarlo en el pancito. Quería hacer una merienda para convidar gustosamente a todos mis invitados, pero no pude encontrar nada que justificara la etiqueta en el frasquito; pronto la cuchara no hizo más que temblar los bordes de la garganta, causando un gran eco y ese ruido de vidrio que anuncia la ausencia. Mi cuerpo se había vuelto una simple caja de aire.
Pedí perdón y eché a todos, levanté el mantel, guardé las copas, apagué los fuegos de la cocina y tapé la olla con agua hirviendo. "¡Nadie más come en esta casa, nadie más se sienta conmigo, nadie más me vuelve a dejar vacía la alacena y atiborrarse egoístamente de mis conservas... no quiero morir de hambre en el invierno!", me dije.
Y efectivamente nunca más pude sentarme a la mesa a comer con alguien, sino sólo pude ofrecerle a quien cruzara la puerta de calle, no más que un plato vacío donde apoyar sus cubiertos.