Una mancha a la que siempre le busco su perfecto color y la pinto en el
suelo como si volviera a renacer.Y esa mancha regurgita cuantas veces quiero yo
al garabatearla, en el vacío, en la pared, en las palabras, en la foto ausente.
¿Y qué será de la vida hoy? Nada más que una mancha borroneada que busca cambiar
de textura, que busca secarse en las imagenes presentes y que sin querer se
impregna en los bordes que la definen. Una mancha que se expande como tinta en
un vaso de lágrimas.
La mancha, con la que jugaba y me reía. Creo que fue en ese
momento cuando pensé hacer de la vida un chiste; y de la muerte también. Señalé
la mancha y ahí estaba, viva dejándose morir y matándome. Gritando, aferrándose
con uñas y garras al piso, al cuerpo, a la boca desarticulada, al corazón
petrificado. Entonces, entonces no hubo entonces, hubo fin. El eterno fin, la
eterna sinvida del después, la película repetida de jugar a la mancha sin saber
las reglas. Y seguir jugando sin querer, aún conociéndome toda manchada. Porque
por más juego que fuera, nunca pude despegarla de mí.
La mancha, una gran mancha es mi vida, que no se borra y no la quiero ahí.
Hoy quiero vestirme limpia, saberme limpia, tener la piel dispuesta a renacer
una vez más, saber que este mancha como tantas otras la puedo extirpar.
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