28.10.07

El problema más común es diferenciar si realmente nos están echando o es uno el que se quiere ir; entender de dónde proviene la fuerza que nos empuja y nos arranca de las superficies conocidas. Y es difícil responderlo sabiendo que la almohada donde soñábamos aún está tibia y todavía conocemos perfectamente la manera correcta para apoyar la cabeza. Es difícil levantar la vista, levantar los sueños, cambiar las sábanas, ver cómo las paredes cambian su color, los lugares parecen otros, cada vez hay más gente desconocida y menos cosas por conocer.
Resulta complejo de una porción de cielo rescatar el universo, designar el nombre de una estrella mientras se enreda con las tantas otras.

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Pero en lo más profundo del alma, uno sabe que los sabores son los mismos y lo realmente cambiado es el paladar de quien degusta ese plato frío, o esa torta de dulce de leche que se le aplasta en la cara y no lo deja deleitarla. Y es así que se parece a un payaso, haciendo piruetas y malabares, intentando no caerse de esa soga que lo tiende entre la gravedad y el piso. Entre el hoy y el qué será después. Es así cómo lo echan a los leones sin darse cuenta que realmente debería trabajar en el circo de hormigas.

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